África - Década años 50
001 Monte Drakensteen
Suceso: Encuentro cercano de primer orden
Fecha: Primavera
de 1951
Lugar: Monte Drakensteen, Provincia de El
Cabo, Sudáfrica
Juan Benítez publicó en 1978 este informe sobre un clásico
encuentro extraterrestre. El testigo, un ingeniero británico que trabajaba en
la provincia de El Cabo, Sudáfrica, conducía su automóvil por el monte
Drakensteen a avanzadas horas de la noche, cuando un hombre le hizo señas para
que se detuviera y le pidió agua. El hombre medía menos de 1,5 m de altura, era
calvo, con la cabeza en forma de cúpula y se expresaba con un extraño acento.
El testigo se ofreció a llevarle a un arroyo de montaña de las inmediaciones.
Al devolver al hombre al lugar donde lo encontró, el testigo
vio una nave en forma de disco. El «hombre» le invitó a entrar y le hizo ver
que necesitaba agua porque uno de sus compañeros había sufrido quemaduras.
Cuando el testigo le preguntó de dónde venía, el ente señaló al cielo y dijo:
«¡De allí!».
002 Lago McIlwaine
Suceso: Encuentro lejano
Fecha: 26
de Julio de 1954
Lugar: Lago McIlwaine, Zimbawe
El 26 de julio de 1954 el jefe de escuadrón A. Roberts y un
estudiante de pilotaje, R. Howarth, volaban a Tiger Moth, cerca del lago
McIlwaine, en Zimbawe (entonces Rhodesia). Vieron un objeto plateado en forma
de platillo a poco más de unos 2 km por encima de ellos y aproximadamente a 9
km de distancia. Al intentar mirarlo más de cerca, vieron que «giraba sobre sí
mismo y se alejaba volando a gran velocidad».
Sin embargo, al aproximarse al lago McIlwaine, vieron que el
objeto avanzaba en dirección a ellos y después se mantenía estacionario a una
distancia de 4 km de distancia. No había escotillas a la vista ni se apreciaban
medios de propulsión; estimaron que el objeto medía aproximadamente 12 m de
ancho. Finalmente, desapareció a increíble velocidad.
003 Elizabeth Klarer
Suceso: Contacto
Fecha: 27
de Diciembre de 1954
Lugar: Drakensberg, Sudáfrica
No está asustada ahora?. Ésta, que potencialmente es una
pregunta alarmante, lo es aún más cuando el que la fórmula es un
extraterrestre, de pie ante su platillo volante, y usted y él son las únicas
personas en lo alto de una colina desierta en medio de un paisaje desolado.
Afortunadamente para Elizabeth Klarer, no sólo no estaba asustada sino que
sentía un cálido sentimiento de confianza hacia el alienígena de quien habría
de enamorarse y tener, posteriormente, un hijo.
Era muy joven cuando, en octubre de 1917, Elizabeth vio un
extraterrestre por primera vez.
Estaba con su hermana mirando la puesta de sol en una colina
cerca de la granja de su familia en Drakenberg, Sudáfrica, cuando vieron un
globo naranja-rojizo que se precipitaba hacia ellas. Aparentemente se trataba
de un meteorito a punto de chocar con la Tierra, y Elizabeth observó cómo el
ovni metálico desviaba su curso para evitar la colisión. En 1937, mientras
volaba con su esposo de Durban a Baragwanath, ambos vieron un ovni
blanco-azulado que se acercó al avión, siguió su curso por un momento y luego
desapareció.
Su experiencia más extraordinaria comenzó el 27 de diciembre
de 1954, cuando se encontraba nuevamente en la granja familiar y, al percibir
la gran excitación que reinaba entre un grupo de niños zulúes que jugaban
fuera, dedujo que algo estaba pasando. Corrió hacia la colina donde por primera
vez vio un ovni y contempló una nave en forma de disco de unos 18,3 m de
diámetro, que descendía y permanecía cerniéndose sobre ella. Era plano y tenía
una cúpula con escotillas. A través de una de ellas, vio una figura humanoide
que la observaba. Poco después, la nave reanudaba velozmente el vuelo.
En abril de 1956, Elizabet Klarer sintió el impulso de
volver a la granja de su familia, dominada por la sensación de que «algo la
aguardaba allí». A primeras horas de la mañana subió a la colina, a la que
había bautizado la Colina del Platillo Volante, y descubrió en la cima una
inmensa nave metálica en el suelo. Esta vez el ente estaba de pie, fuera de la
nave. Era alto, de unos 2 m de alto, tenía ojos rasgados de color gris claro y
pómulos pronunciados. Vestía un traje de una pieza. Fue entonces cuando le
preguntó: «¿No está asustada ahora?».
Elizabeth subió a bordo de la nave; dentro había otro
alienígena similar al primero, y la puerta se cerró. Comenzó a sentir pánico ante
la idea de no poder volver más a la Tierra y cuando quiso mirar por las
ventanillas, también las encontró cerradas.
Afortunadamente, se dio cuenta muy pronto de que se
encontraba entre amigos y es posible que recibiera esta impresión por vía
telepática.
La nave se unió a la nave nodriza, donde había gran cantidad
de alienígenas que se mostraron sumamente amigables. Mientras permaneció a
bordo, le mostraron imágenes del lugar de origen de los alienígenas, un planeta
conocido como Metón.
Al entablar relaciones con los alienígenas, supo que su
contacto principal se llamaba Akon, que pertenecían a una raza vegetariana y
que se podían mover libremente a través de la galaxia, pero no podían en cambio
ir a otras galaxias. Vivían en un mundo perfecto, no afectado por la
contaminación y en su planeta no existían ni la política ni el dinero, ni las
guerras ni la hostilidad y alcanzaban una edad muy avanzada sin sufrir
enfermedades.
A fin de poder comunicarse con Akon, Elizabeth aprendió
telepatía Akon le explicó a Elizabeth que la necesitaba para su «banco de
reproducción» y ella lo aceptó complacida. Quedó embarazada y durante cuatro
meses, hasta dar a luz, vivió en Metón junto a Akon. El niño nació y ahora vive
en ese planeta, al cuidado de su padre.
Akon le explicó que provenía de un planeta a cuatro años luz
de distancia, lo que lo situaría en las proximidades de Alfa Centauro, la
estrella más cercana al sol de la Tierra. Nos están vigilando para asegurarse
de que nuestra contaminación y experiencias nucleares no resulten demasiado
perjudiciales.
La naturaleza de la experiencia presenta similitudes con las
declaraciones de George Adamski, de Antonio Villas Boas y de otros.
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